lunes, 1 de junio de 2009

lectura para recapacitar

Un maestro samurai paseaba por un bosque con su fiel discípulo,
cuando vió a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer
una breve visita al lugar. Durante la caminata le comentó al
aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y
las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes: una
pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y
rasgadas, sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente
el padre de familia y le preguntó:
"En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de
comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir
aquí?".

El señor calmadamente respondió:
"amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de
leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo
cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la
otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y
así es como vamos sobreviviendo" .

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento,
luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su
fiel discípulo y le ordenó:
"Busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela
al barranco".

El jóven espantado vió al maestro y le cuestionó sobre el hecho de
que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas
como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la
órden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vió morir.

Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel jóven durante
algunos años. Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió
abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y
contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos.

Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy
bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje
de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella
humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir,
aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy
simpático.

El jóven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro
años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el
jóven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia
que visitó hacía algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le
preguntó al señor (el dueño de la vaquita):
"¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?".

El señor entusiasmado le respondió:
"Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de
ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y
desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así
alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.

Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa
básica para nuestra supervivencia, la cual convive con la rutina y
nos hace dependientes de ella, y nuestro mundo se reduce a lo que la
vaquita nos brinda. Tú sabes cual es tu vaquita y no dudes un
segundo para empujarla por el precipicio.

LLegó el momento de pasar a la acción y salir de la rutina cuanto
antes.

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